Navegando por la revista diners tuve la ocasión de leer los mejores poemas de Colombia, de todos los poemas publicados en la selección el que más me gustó fue soneto a Teresa, un bello poema de Eduardo Carranza, poeta y escritor colombiano nacido en Villavicencio.
Y para que ustedes también puedan conocer estos poemas, los hemos compartido desde esta web de Poemas de Amor.
Lista de los mejores poemas de Colombia que les compartimos
Indice de poemas:
- Soneto a Teresa – Eduardo Carranza
- A mi ciudad nativa – Luis Carlos López
- Canción de la vida profunda – Porfirio Barba-Jacob
- A solas – Ismael Enrique Arciniegas
- Nocturno lll – José Asunción Silva
- Los camellos – Guillermo Valencia
- Relato de Sergio Stepansky – León de Greiff
- Todo nos llega tarde – Julio Flórez
- Revolución – Gonzalo Arango
- Exilio – Álvaro Mutis
- El transeúnte – Rogelio Echavarría
Le podemos sugerir una bella colección de 20 poemas de amor cortos y originales todos ellos enriquecidos con la calidad que merecen nuestros amigos lectores.
Soneto a Teresa
Teresa en cuya frente el cielo empieza
como el aroma en la sien de la flor;
Teresa la del suave desamor
y el arroyuelo azul en la cabeza.
Teresa en espiral de ligereza
y uva y rosa y trigo surtidor;
tu cuerpo es todo el río del amor
que nunca acaba de pasar, Teresa.
Niña por quien el día se levanta,
por quien la noche se levanta y canta
en pie, sobre los sueños, su canción.
Teresa, en fin, por quien ausente vivo,
por quien con mano enamorada escribo,
por quien de nuevo existe el corazón.
Eduardo Carranza
(1913-1985)
Pero, el resto de poemas también los publicamos porque esta lista es muy rica en poesía colombiana.
No crean que el listado es por orden de puntuación, aquí salvo el soneto a Teresa, el resto de los mejores poemas de Colombia ocupan el mismo lugar.
Seguimos con poemas colombianos.
A mi ciudad nativa
Noble rincón de mis abuelos: nada
como evocar, cruzando callejuelas,
los tiempos de la cruz y de la espada,
del ahumado candil y las pajuelas…
Pues ya pasó, ciudad amurallada,
tu edad de folletin… Las carabelas
se fueron para siempre de tu rada…
iYa no viene el aceite en botijuelas!
Fuiste heroica en los años coloniales,
cuando tus hijos, águilas caudales,
no eran una caterva de vencejos.
Mas hoy, plena de rancio desaliño,
bien puedes inspirar ese cariño
que uno les tiene a sus zapatos viejos…
Luis Carlos López
(1879-1950)
Es posible que después de leer los mejores poemas de Colombia, quizás le interese lindas frases para enamorar que tenemos en esta web.
Canción de la vida profunda
El hombre es cosa vana, variable y ondeante (Montaigne)
Hay días en que somos tan móviles, tan móviles,
como las leves briznas al viento y al azar…
Tal vez bajo otro cielo la dicha nos sonría
La vida es clara, undívaga y abierta como un mar.
Y hay días en que somos tan fértiles, tan fértiles,
como en abril el campo, que tiembla de pasión:
bajo el influjo próvido de espirituales lluvias
el alma está brotando florestas de ilusión.
Y hay días en que somos tan sórdidos, tan sórdidos,
como la entraña obscura de obscuro pedernal:
la noche nos sorprende, con sus profusas lámparas,
en rútilas monedas tasando el Bien y el Mal
Y hay días en que somos tan plácidos, tan plácidos…
-¡niñez en el crepúsculo!, ¡laguna de zafir!-
que un verso, un trino, un monte, un pájaro que cruza,
y hasta las propias penas!, nos hacen sonreír…
Y hay días en que somos tan lúbricos, tan lúbricos,
qué nos depara en vano su carne la mujer:
tras de ceñir un talle y acariciar un seno,
la redondez de un fruto nos vuelve a estremecer.
Y hay días en que somos tan lúgubres, tan lúgubres,
como en las noches lúgubres el llanto del pinar:
el alma gime entonces bajo el dolor del mundo,
y acaso ni Dios mismo nos pueda consolar.
Mas hay también, ¡oh Tierra!, un día… un día… un día…
en que levamos anclas para jamás volver:
un día en que discurren vientos ineluctables…
¡un día en que ya nadie nos puede retener!
* En lugar de dicha, figura gloria en otras versiones
entre ellas una autógrafa del mismo poeta.
Porfirio Barba-Jacob
(1883-1942)
En este listado de los mejores poemas de Colombia tenemos uno de Ismael Enrique.
A solas
¿Quieres que hablemos?… Está bien…, empieza…,
habla a mi corazón como otros días…
Pero no… ¿Qué dirías?…
¿Qué podrías decir a mi tristeza?…
No intentes disculparte; todo es vano…;
ya murieron las rosas en el huerto;
el campo verde lo secó el verano;
y mi fe en ti, como mi amor, ha muerto.
¡Amor arrepentido!…
iAve que quieres regresar al nido
a través de la escarcha y la neblina.!..
Amor que vienes aterido y yerto…
¡Donde fuiste feliz ya todo ha muerto!…
No vuelvas… ¡Todo lo hallarás en ruinas!…
¿A qué has venido?… ¿Para qué volviste?…
¿Qué buscas… ¡Nadie habrá de responderte!…
Está sola mi alma y estoy triste,
inmensamente triste hasta la muerte…
Todas las ilusiones que te amaron,
las que quisieron compartir tu suerte,
mucho tiempo en la sombra te esperaron
y se fueron… ¡cansadas de no verte!…
¡Cuando por vez primera
en mi camino te encontré, reía
en los campos la alegre primavera!…
¡Hoy todo cuán distinto!… Paso a paso
y solo voy por la desierta vía;
nave sin rumbo entre revueltas olas;
pensando en las tristezas del ocaso
y en las tristezas de las almas solas.
En torno la mirada no columbra
sino aspereza y páramos sombríos:
los nidos en la nieve están vacíos
y la estrella que amamos ya no alumbra
el azul de tus sueños y los míos…
¡Partiste para ignota lontananza
cuando empezaba a descender la sombra…
¿Recuerdas?… ¡Te imploraba mi esperanza!…
Pero ya mi esperanza no te nombra…
No ha de nombrarte… ¿Para qué?… Vacía
está el ara y la historia yace trunca…;
ya para qué esperar que irradie el día,
ya para qué decirnos: Todavía…
si una voz grita en nuestras almas: ¡Nunca!…
Dices que eres la misma, que en tu pecho
la dulce llama de otros tiempos arde,
que el nido del amor no está deshecho,
que para amarnos otra vez no es tarde.
Te engañas… No lo creas…Ya la duda
echó en mi corazón fuertes raíces…,
ya la fe de otros años no me escuda…
¡Quedó de sueños mi ilusión desnuda,
y no puedo creer lo que me dices!…
No lo puedo creer… Mi fe turbada,
mi fe en tu amor perdida,
es ancla de una nave destrozada…
¡Ancla en el fondo de la mar caída!…
Anhelos de un amor, castos, risueños…
iYa nunca volverán….Se van…, se esconden…
¿Les llamas?… Es inútil… ¡No responden!…
iYa los cubre el sudario de mis sueños!…
Hace tiempo se fue la primavera…
llegó el invierno fúnebre y sombrío…
Ave fue nuestro amor… Ave viajera…
¡Y las aves se van cuando hace frío!
Ismael Enrique Arciniegas
(1865-1938)
Nocturno lll
Una noche,
una noche toda llena de perfumes, de murmullos y
/de músicas de alas,
una noche
en que ardían en la sombra nupcial y húmeda, las
/luciérnagas fantásticas,
a mi lado, lentamente, contra mí ceñida, toda,
muda y pálida
como si un presentimiento de amarguras infinitas
hasta el fondo más secreto de tus fibras te agitara,
por la senda que atraviesa la llanura florecida
caminabas,
y la luna llena
por los cielos azulosos, infinitos y profundos esparcía
/su luz blanca,
y tu sombra
fina y lánguida,
y mi sombra
por los rayos de la luna proyectada
sobre las arenas tristes
de la senda se juntaban
y eran una
y eran una
y eran una sola sombra larga!
y eran una sola sombra larga!
y eran una sola sombra larga!
Esta noche
solo, el alma
llena de las infinitas amarguras y agonías de tu
muerte,
separado de ti misma, por la sombra, por el tiempo
y la distancia
por el infinito negro,
donde nuestra voz no alcanza,
solo y mudo
por la senda caminaba
y se oían los ladridos de los perros a la luna,
a la luna pálida
y el chillido
de las ranas;
sentí frío, era el frío que tenían en la alcoba
tus mejillas y tus sienes y tus manos adoradas,
entre blancuras níveas
de las mortuorias sábanas!
Era el frío del sepulcro, era el frío de la muerte,
era el frío de la nada…
Y mi sombra
por los rayos de la luna proyectada,
iba sola,
iba sola
¡iba sola por la estepa solitaria!
Y tu sombra esbelta y ágil
fina y lánguida,
como en esa noche tibia de la muerta primavera,
como en esa noche llena de perfumes, de murmullos
y de músicas de alas,
se acercó y marchó con ella,
se acercó y marchó con ella,
se acercó y marchó con ella… ¡Oh las sombras
/enlazadas!
¡Oh las sombras que se buscan y se juntan en las
/noches de negruras y de lágrimas!.
José Asunción Silva
(1865-1896)
Otro poema colombiano con lindos versos.
Los camellos
Dos lánguidos camellos, de elásticas cervices,
de verdes ojos claros y piel sedosa y rubia,
los cuellos recogidos, hinchadas las narices,
a grandes pasos miden un arenal de Nubia.
Alzaron la cabeza para orientarse, y luego
el soñoliento avance de sus vellosas piernas
bajo el rojizo dombo de aquel cenit de fuego-
pasaron, silenciosos, al pie de las cisternas…
Un lustro apenas cargan bajo el azul magnífico,
y ya sus ojos quema la fiebre del tormento:
tal vez leyeron, sabios, borroso jeroglífico
perdido entre las ruinas de infausto monumento.
Vagando taciturnos por la dormida alfombra,
cuando cierra los ojos el moribundo día,
bajo la virgen negra que los llevó en la sombra,
copiaron el desfile de la melancolía.
Son hijos del Desierto: prestóles la palmera
un largo cuello móvil que sus vaivenes finge,
y en sus marchitos rostros que esculpe la Quimera
¡sopló cansancio eterno la boca de la Esfinge!
Dijeron las Pirámides que el viejo sol rescalda:
“Amamos la fatiga con inquietud secreta..”
y vieron desde entonces correr sobre una espalda,
tallada en carne, viva, su triangular silueta.
Los átomos de oro que el torbellino esparce
quisieron en sus giros ser grácil vestidura,
y unidos en collares por invisible engarce
vistieron del giboso la escuálida figura.
Todo el fastidio, toda la fiebre, toda el hambre,
la sed sin agua, el yermo sin hembras, los despojos
de caravanas…, huesos en blanquecino enjambre…,
todo en el cerco bulle de sus dolientes ojos.
Ni las sutiles mirras, ni las leonadas pieles,
ni las volubles palmas que riegan sombra amiga,
ni el ruido sonoroso de claros cascabeles
alegran las miradas al rey de la fatiga.
¡Bebed dolor en ellas, flautistas de Bizancio,
que amáis pulir el dáctilo al son de las cadenas;
sólo esos ojos pueden deciros el cansancio
de un mundo que agoniza sin sangre entre las venas!
¡Oh, artistas! ¡Oh, camellos de la llanura vasta
que vais llevando a cuestas el sacro Monolito!
Tristes de Esfinge! iNovios de la Palmera casta!
¡Solo calmais vosotros la sed de lo infinito!
¿Qué pueden los ceñudos? ¿Qué logran las melenas
de las zarpadas tribus cuando la sed oprime?
Sólo el poeta es lago sobre este mar de arenas,
sólo su arteria rota la Humanidad redime.
Se pierde ya a lo lejos la errante caravana
dejándome -camello que cabalgó el Excidio…
¡Cómo buscar sus huellas al sol de la mañana,
entre las ondas grises de lóbrego fastidio!
¡No! Buscaré dos ojos que he visto, fuente pura
hoy a mi labio exhausta, y aguardaré paciente
hasta que suelta en hilos de mística dulzura
refresque las entrañas del lírico doliente.
Y si a mi lado cruza la sorda muchedumbre
mientras el vago fondo de esas pupilas miro,
dirá que vio un camello con honda pesadumbre
mirando, silencioso, dos fuentes de zafiro…
Guillermo Valencia
(1873-1943)
Entre los mejores poemas de Colombia, no podía faltar el maestro León de Greiff, un poeta antioqueño nacido en Medellín alla por el año 1895, mara muchos uno de los mejores escritores colombianos, para otros el mejor.
Sin duda el mejor poema de Greiff
Relato de Sergio Stepansky
Juego mi vida!
¡Bien poco valía!
¡La llevo perdida
sin remedio!
Erik Fjordson
Juego mi vida, cambio mi vida.
De todos modos
la llevo perdida..
Y la juego o la cambio por el más infantil espejismo,
la dono en usufructo, o la regalo..
La juego contra uno o contra todos,
la juego contra el cero o contra el infinito,
la juego en una alcoba, en el ágora, en un garito,
en una encrucijada, en una barricada, en un motín;
la juego definitivamente, desde el principio hasta el fin,
a todo lo ancho y a todo lo hondo
-en la periferia, en el medio,
y en el sub-fondo
Juego mi vida, cambio mi vida,
la llevo perdida
sin remedio.
Y la juego -o la cambio- por el más infantil espejismo
la dono en usufructo, o la regalo…
o la trueco por una sonrisa y cuatro besos;
todo, todo me da lo mismo;
lo eximio y lo ruin, lo trivial, lo perfecto, lo malo…
Todo, todo me da lo mismo:
todo me cabe en el diminuto, hórrido abismo
donde se anudan serpentinos mis sesos.
Cambio mi vida por lámparas viejas
o por los dados con los que se jugó la túnica inconsútil
por lo más anodino, por lo más obvio, por lo más
/fútil-
por los colgajos que se guinda en las orejas
la simiesca mulata,
la terracota rubia,
la pálida morena, la amarilla oriental, o la hiperbórea
/rubia:
cambio mi vida por un anillo de hojalata,
o por la espada de Sigmundo, o por el mundo
que tenía en los dedos Carlomagno: para echar a
rodar la bola…
Cambio mi vida por la cándida aureola
del idiota o del santo;
la cambio por el collar
que le pintaron al gordo Capeto;
o por la ducha rígida que le llovió en la nuca
a Carlos de Inglaterra;
la cambio por un romance, la cambio
por un soneto;
por once gatos de Angora,
por una copla, por una saeta,
por un cantar;
por una baraja incompleta;
por una faca, por una pipa, por una sambuca…
o por esa muñeca que llora
como cualquier poeta.
Cambio mi vida -al fiado- por una fábrica de
/crepúsculos
(con arreboles);
por un gorila de Borneo;
por dos panteras de Sumatra;
por las perlas que se bebió la cetrina Cleopatra-
o por su naricilla que está en algún Museo-;
cambio mi vida por lámparas viejas,
o por la escala de Jacob, o por su plato de lentejas…
¡o por dos huequecillos minúsculos
-en las sienes- por donde se me fugue, en gríseas
podres,
toda la hartura, todo el fastidio, todo el horror que
almaceno en mis odres…!
Juego mi vida, cambio mi vida.
De todos modos
la llevo perdida…
León de Greiff
(1895-1976)
Poema de Julio Florez
Todo nos llega tarde
Todo nos llega tarde… ¡hasta la muerte!
Nunca se satisface ni se alcanza
la dulce posesión de una esperanza
cuando el deseo acósanos más fuerte.
Todo puede llegar: pero se advierte
que todo llega tarde: la bonanza,
después de la tragedia: la alabanza
cuando ya está la inspiración inerte.
La justicia nos muestra su balanza
cuando sus siglos en la Historia vierte
el Tiempo mudo que en el orbe avanza;
y la Gloria, esa ninfa de la suerte,
sólo en las viejas sepulturas danza.
Todo nos llega tarde….¡hasta la muerte!
Julio Flórez
(1867-1923)
Revolución es un poema corto pero en tan pocos versos lo dice todo.
Revolución
Una mano
mas una mano
no son dos manos
Son manos unidas
Une tu mano
a nuestras manos
para que el mundo
no esté en pocas manos
sino
en todas las manos
Gonzalo Arango
(1931-1976)
Mutis escribe un poema sobre el exilio.
Exilio
Voz del exilio, voz de pozo cegado,
voz huérfana, gran voz que se levanta
como hierba furiosa o pezuña de bestia,
voz sorda del exilio,
hoy ha brotado como una espesa sangre
reclamando mansamente su lugar
en algún sitio del mundo.
Hoy ha llamado en mí
el griterío de las aves que pasan en verde algarabía
sobre los cafetales, sobre las ceremoniosas hojas del banano
sobre las heladas espumas que bajan de los páramos,
golpeando y sonando
y arrastrando consigo la pulpa del café
y las densas flores de los cámbulos.
Hoy algo se ha detenido dentro de mí,
un espeso remanso hace girar,
pronto, lenta, dulcemente,
rescatados en la superficie agitada de sus aguas,
ciertos días, ciertas horas del pasado,
a los que se aferra furiosamente
la materia más secreta y eficaz de mi vida.
Flotan ahora como troncos de tierno balso,
en serena evidencia de fieles testigos
y a ellos me acojo en este largo presente de exiliado.
En el café, en casa de amigos, tornan con dolor desteñido
Teruel, Jarama, Madrid, Irún, Somosierra, Valencia
y luego Perpignan, Argelés, Dakar, Marsella.
A su rabia me uno, a su miseria
y olvido así quién soy, de dónde vengo,
hasta cuando una noche
comienza el golpeteo de la lluvia
y corre el agua por las calles en silencio
y un olor húmedo y cierto
me regresa a las grandes noches del Tolima
en donde un vasto desorden de aguas
grita hasta el alba su vocerío vegetal;
su destronado poder, entre las ramas del sombrío,
chorrea aún en la mañana
acallando el borboteo espeso de la miel
en los pulidos calderos de cobre.
Y es entonces cuando peso mi exilio
y mido la irrescatable soledad de lo perdido
por lo que de anticipada muerte me corresponde
en cada hora, en cada día de ausencia
que lleno con asuntos y con seres
cuya extranjera condición me empuja
hacia la cal definitiva
de un sueño que roerá sus propias vestiduras,
hechas de una corteza de materias
desterradas por los años y el olvido.
Álvaro Mutis
(1923-2013)
Y por último el maestro Echavarría
El transeúnte
Todas las calles que conozco
son un largo monólogo mío,
llenas de gentes como árboles
batidos por oscura batahola.
O si el sol florece en los balcones
y siembra su calor en el polvo movedizo
las gentes que hallo son simples piedras
que no sé por qué viven rodando.
Bajo sus ojos que me miran hostiles
como si yo fuera enemigo de todos
no puedo descubrir una conciencia libre,
de criminal o de artista,
pero sé que todos luchan solos
por lo que buscan todos juntos.
Son un largo gemido
todas las calles que conozco.
Rogelio Echavarría
1926-2017
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